Estamos en medio de una revolución digital que afecta no solo a todos los sectores económicos sino también a la sociedad. Internet es el protocolo de conexión universal entre usuarios y proveedores de contenidos. Existen dos leyes que nos dan una idea del valor y la velocidad de expansión de dicha red: La ley de Metcalfe dice que el valor de una red de comunicaciones aumenta proporcionalmente al cuadrado del número de usuarios del sistema (n2). Y la ley de Moore que cada 18 meses, a igualdad de coste, se duplica la potencia de los chips. La combinación de ambas nos lleva a un cambio tecnológico exponencial, que acelera a este mismo ritmo los cambios económicos, políticos y sociales, mediante una interacción entre contenidos, plataformas y usuarios

¿Por qué fracasó el boom del 2000? Una combinación de inmadurez tecnológica –física- debido al insuficiente ancho de banda y los costes de infraestructura, los contenidos poco atractivos y la dificultad de acceso a los mismos hicieron que los modelos de negocio desarrollados en ese momento fueran poco viables. Hoy en día todos ellos están superados, lo que nos hace decir que esta transformación digital es una revolución verdadera

La revolución digital crea una quinta dimensión que hay que incorporar en el análisis estratégico. Esta dimensión es global y elimina totalmente las barreras geográficas. Para los contenidos digitales aparece una competencia perfecta

La innovación, que siempre ha existido, se lleva a un plano estratégico. Durante la creación de la quinta dimensión la velocidad es una cuestión fundamental para ocupar las categorías emergentes donde se produce un efecto conocido como “Winner takes all”. A pesar de ello está quinta dimensión tiene algunas barreras que es necesario conocer: Las primeras, de tipo lógicas: Reglas y normas, Regulaciones y leyes. Las segundas de tipo mental: Culturales, de comportamiento y uso. Ninguno de estos hechos altera ni los principios ni la lógica del análisis estratégico clásico, pero si sus conclusiones y abren un universo competitivo más complejo, alterando las reglas del juego competitivo. Por ejemplo, en banca aparecen los jugadores fintech, más ágiles, capaces de erosionar los negocios tradicionales de la banca. Como principal ejemplo, los medios de pago, que posiblemente salgan del dominio de la banca en un  medio plazo

Se hace imprescindible entender la tecnología, donde el 90% puede ser compartida, y un 10% es core. El desarrollo de software es caro. De ahí la aparición de un concepto radicalmente nuevo, el open source. Por ello se hace indispensable compartir todo aquello que no sea ese core, ese 90% de las plataformas tecnológicas y desarrollar el 10% diferencial. Adquiere gran importancia el papel de los arquitectos de software, capaz de integrar estas dos visiones

No hay transformación digital sin big data. Es cierto que la mayoría de los algoritmos de procesamiento todavía no aprovechan el potencial de estos datos, pero la tecnología ya permite el cruce de estos tipos de datos que hace algunos años era imposible. Desde el punto de vista del cliente digital,big data debe permitirnos la segmentación y la adecuación de propuestas de valor diferenciadas e individualizadas para cliente, que además deben seguir al cliente según la evolución de este, incluso saltando de modelo de negocio con el tiempo.

Los modelos organizativos burocráticos deben ser revisados en función de una organización digital. Necesitamos cambios en la cultura y el talento en la organización, de manera que posibiliten la integración de perspectivas, el trabajo en equipo, y la tolerancia a la incertidumbre. Clasificando la innovación en tres niveles, siendo el primero el de producto y proceso y el tercero el de negocio, la primera debe quedar distribuida en la línea, y solo la tercera debe ser asignada a equipos de innovación específicos, con horizontes temporales mucho más amplios.

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