Lo que está sucediendo en la política catalana sólo puede entenderse cabalmente  si no remontamos a sus orígenes que, dentro de la actual etapa de democracia constitucional, podemos situar en 1980, al acceder Jordi Pujol a la Presidencia de la Generalitat. En efecto, con la aprobación de la Constitución y del Estatuto de Cataluña de 1979 se habían conseguido los principales objetivos doctrinales del catalanismo político elaborados a finales del siglo XIX: reconocimiento de la particularidad nacional catalana, poder político autónomo, declaración del catalán como lengua oficial en igualdad con el castellano, competencias exclusivas en materia de cultura. ¿Cuáles podían ser, entonces,  los objetivos de un partido nacionalista como Convergencia Democrática cuando se han conseguido estos objetivos? Obviamente, ir más allá en las reivindicaciones, en último término optar por un Estado propio y separado de España. Para ello había que crear las condiciones y escoger el momento oportuno. Durante 23 años de gobiernos Pujol (1980-2003), se procedió a la “construcción nacional”, es decir, al sometimiento de la sociedad catalana, por medio de la influencia en la escuela, los medios de comunicación y el control de la sociedad civil, a un cambio de mentalidad orientado a que España se considerara como algo externo, distinto  y contrario a Cataluña, su verdadero enemigo. En estos años – ante la complacencia de la oposición – se produjo este  cambio de mentalidad en una parte, desde luego minoritaria, de los catalanes y, tras la manipulada frustración de la sentencia del Estatuto en 2010 y con la crisis económica que mantuvo a España al borde del rescate, se consideró  que era el momento oportuno para dar el giro definitivo hacia la independencia. Esto se vio claro en la manifestación del 11 de septiembre de 2012: entonces comenzó el llamado “procés” que dura hasta hoy. Las medidas del Gobierno para contener este “procés” han sido sólo de tipo jurídico, después del 1 de octubre hay que proceder a medidas políticas, no encaminadas a satisfacer a los independentistas – que han actuado como auténticos chantajistas antes los cuales no hay que hacer concesiones-  sino a convencer a los catalanes que tienen dudas ante la situación creada de las ventajas de seguir en España, y en Europa, y los gravísimos inconvenientes de salir y permanecer fuera de  la misma.     Francesc de Carreras Madrid, septiembre de 2017
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